sábado, 12 de noviembre de 2016

2 de octubre.

Buscarme todo el rato en vosotros.
¿Cómo me ves? ¿Cómo me sientes? ¿Qué sientes? ¿Crees que mi yo -que conoces- haría esto? ¿Me decepcionaría si hiciese lo otro? ¿Me tengo que doblegar ante tu existencia para ser querida/ amada/ aceptada?
Lo haré.
Lo hago.
Siempre el amor platónico, el nunca te olvidaré, el tengo que superarte -ya lo he hecho-.
Hilarlo como si supiese de qué estoy hablando. En serio. De qué he estado hablando todos estos meses, esta vida.
Qué busco en la gente, qué encuentro en cuanto me rodea. Para tu bien puedo seguir siendo el problema, no la elección acertada, ni agua fresca que llevarse a la boca, un tachón, una espera eterna que ojalá, ahora lo veo claro, ojalá no llegue a su final.
No-quiero-no-quiero-no-quiero.
¿Por qué tengo la necesidad de sujetar el mundo sobre las sienes para no sentirme un fraude?
Haz esto. No comas lo otro. No digas aquello en voz alta. Mejor dí esto. Deshazte de ese pensamiento. Siéntete viva cuando nosotros lo decidimos, no cuando.
Sentirme mal si no hago caso.
Ahogarme con sólo pensarlo.
¿Dejará de pasar si lo dejo pasar?
¿Qué pasará? ¿Quién pasará?
De mí. Conmigo. Yo sola.
Que esto sea un punto y coma. No volver a estas palabras por un tiempo. Hacerlo cuando quiera encontrarlas y encontrarme. Volver cuando se vaya la duda.
Me voy a otras que abran moratones a golpe de aguja. Me va a gustar. Cómo no.
Sigo viva. Hay fe porque existen las palabras. Hay vértebras en la espalda que duelen como cuchillos. Hay una obsesión que me golpea los ojos como martillos cuando los cierro. Hay palabras por leer. Hay fe. Hay vida.