jueves, 27 de octubre de 2016

27 de octubre, un día después de la catástrofe.

Dicen que estoy en la cima y yo, cabezona de mí, más que montañas veo acantilados.
Le he tenido miedo a las alturas toda la vida, preveía caídas, ahora que quiero volar, no me dejáis asomarme. ¿Para qué estoy aquí si no?
Esto no es un diario, mi mente ya no es mía, no puede serlo si todos veis que va tan mal mientras a mí me parece lo de siempre.
Esto es una crónica de vuelos sin paracaídas.
Si lo hago, si sé que puedo saltar, es porque abajo deben encontrarse las palabras que he tenido en la punta de la lengua toda la vida.
Ah, la mente, qué maravillosa es. La mía es una ciudad con las luces apagadas, expectante, sé a cada segundo que el próximo habrán fuegos artificiales.
Os lo he advertido, no miréis para otro lado u os los perderéis.
Qué pena me daría.
Desde esta altura lo veo muy claro, dejad de poneros etiquetas que os hagan altos y subid a ver las vistas.
Tiemblo, no lo entiendo.
En este hogar sin paredes ni ventanas no debería hacer frío. Ni yo necesitar parches, aguja e hilo para remendar la piel cuando hace viento.
Dónde está la brisa cálida, el olor a sal en las heridas, el murmullo a infancia que no se puede recuperar.
¿Dónde estoy?
Lo tenía claro, muy claro, muy-claro. Pero ya que insistís en preguntar tanto, quizá si que pueda ser posible que la luna deje más quemaduras en la lengua que cobijo para los gatos.
¿Vosotros veis la fuente de tanto veneno? Decidles que están malgastando mucho agua, que paren.
Se me repite en el paladar la sensación de estar separando hechos en mitades con las manos calcinadas hasta los huesos. Algo que en mi mente siempre fue un ser completo de repente son dos personas que nunca se han conocido pidiendo el divorcio. Parezco su hija bastarda, no he nacido, pero estoy aquí plantada. Podéis verme, ¿verdad?
Sólo venía a pedir un cuento para dormir que me moje las mejillas.
Un beso lento de buenas noches que me haga perderle el miedo a todas las que están por venir.
Una sesión de cosquillas en el cielo de la boca -que es lo más cerca que puedo estar de emigrar con los pájaros-.

sábado, 22 de octubre de 2016

20 de octubre.

(Reflexión de jueves.)

Personas grises, señorita, salgo a la calle y sólo veo personas grises.
Se pintan los labios con carmín, se ponen faldas y camisas de flores, que hasta hacen creer a uno que tienen la piel rosa y de algodón de azúcar debajo de la ropa.
Se tiñen el pelo de tantos colores que bailan con el viento y emboban, claro.
Repasan de oscuro cejas, párpados, pestañas y uñas.
Siguen subiéndose a escalones de humo para mirarnos desde arriba con expresiones de plástico del más verdadero asco.
Cuando llegan a casa, señorita, lo que no te cuentan es que se lavan la cara, quitan ropa y dejan de mirarse al espejo.
Las personas grises creen que los espejos son opacos.
Pero tú sabes, como yo, que son ventanas de cristal puro y transparente que reproducen la película que te quieras montar.
Ah, esas personitas, no saben hacer de chispas de colores, pétalos y mariquitas al vuelo, con los dedos, a los que tocan. Compran lápices y tienen la esperanza de poder pintar con ellos un atardecer entero.
(No tienen ni puta idea.)
Ay, señorita, lloras hasta por las personas que no pueden disimular la monocromía con colorete, te vacías a cuentagotas, pareces un reloj de arena.
Tú te quitas la ropa y te desmoronas como un ovillo de lana con tacto de nube, lo he visto.
Te manchas de polvo de tumbarte en el suelo, de creerte pozo sin fondo que refleja el cielo y hasta llegas a querer ser uno de ellos, porque te duele lo contrario.
No creas que engañas a nadie, señorita, te delatan los ojos azules. 


miércoles, 5 de octubre de 2016

8 de marzo.

(Siempre es buen día para recordar que el problema no somos nosotras, sino los que siguen viendo puños en vez de verdades.)

Dime qué tienes en las venas
y te diré que te parió una mujer
a la que parieron con sangre
la misma sangre con la que parieron a mi abuela
y esta se partió para dar luz a la madre que
me parió
sin fecha de caducidad
ni medio vacía
ni con necesidad de hacerme lo que ya me parió
mujer
con capacidad de decidir
sobre lo que me quito
-la ropa o el pelo de la lengua-
sobre lo que me dejo
-la ropa o el pelo de las piernas-
mi madre no parió 
inseguridades
miedos
un color de pelo que defina mi inteligencia
una nacionalidad
unos kilos
una etiqueta
que crearon los que no pueden partirse
la columna vertebral para acunar las mujeres
que no gestaron a sus hijos 
para que les inculquen que somos suyas
ellos son fruto del útero que quieren controlar
el de mi madre 
y el de la madre que los parió